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La Biblia nos enseña acerca de la importancia de dar, es decir, de desprendernos de nosotros mismos, y así, confiando en la gracia del Señor, poder bendecir a los demás creyentes. Esto se traduce en cosas materiales como el dinero, así como en actos de servicio o caridad cristiana.

Una manera efectiva de desprendernos de nosotros mismos, es el de hacerlo de nuestros bienes.

Leemos en (Hageo 2: 8) <<Mía es la plata, y mío es el oro, dice Jehová  de los ejércitos>>. Dios es el poseedor de todo el oro y toda la plata, entonces…

¿Por qué el Señor quiere que adquiramos esa práctica de desprendernos; es decir, de actuar con generosidad?, pues entre otras cosas, para que no dependamos de las cosas que nuestras manos pueden tocar.

El Señor sabe que como humanos que somos, nuestra tendencia natural es a acaparar y a almacenar los bienes, poniendo nuestra confianza en ellos y en su valor. Tenemos aquel ejemplo en una de las parábolas que el Señor narró: El rico insensato. Veámosla:

(Lucas 12: 15-21) <<Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee. También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios>>

El hombre tiende a juzgar el valor de la vida según las cosas que puede ver, tocar y poseer. Sin embargo:

1. La vida del hombre no se puede medir por lo material que posee. En 2 Corintios 4: 18, leemos; <<no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas>>

Es decir, que el valor de lo importante, no se mide por las cosas que se pueden tocar, porque estas acaban desapareciendo. Son las cosas que no se pueden ver, llámesele a eso, la obediencia a Dios, el amor a Dios y a los demás, la fe que obra por el amor, el fruto del Espíritu, etc. etc. las que sí tienen valor, y son de un valor eterno.

2. El hombre tiene la tendencia a confiarse si llega a conseguir mucha riqueza. El rico insensato le iba a decir a su alma, es decir, así mismo, que su vida ya estaba asegurada; que nada malo le podía ocurrir ya; que podía entregarse a una vida de egocentrismo sin límites: (repósate, come, bebe, regocíjate). Esa es la tendencia natural pecaminosa del hombre.  

Pero, ¿y nosotros?

Decíamos que el hombre tiende a juzgar el valor de la vida según las cosas que puede ver y tocar, pero nosotros los cristianos, ya no somos “hombres naturales”, sino “hombres espirituales” (1 Corintios 2: 14, 15), por lo tanto, debemos aprender a juzgar la vida conforme a la mente de Cristo; es decir, conforme a los principios y valores de Dios.

Los cristianos de Macedonia nos son un claro ejemplo de todo ello, lo cual veremos en el siguiente capítulo.... No te lo pierdas! 

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