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La Biblia nos enseña acerca de la importancia de dar, es decir, de desprendernos de nosotros mismos, y así, confiando en la gracia del Señor, poder bendecir a los demás creyentes. Esto se traduce en cosas materiales como el dinero, así como en actos de servicio o caridad cristiana.

Revisa aquí la primera parte! 

1. El dar a los santos es un privilegio de los santos (el ejemplo de Macedonia)


Las iglesias de Macedonia, región esta donde estaban situadas las ciudades de Filipos, Tesalónica y Berea (Hch 16: 11-17: 15), eran un ejemplo para Pablo tremendo, en cuanto a generosidad, y para nosotros.

a) No eran congregaciones ricas, sino todo lo contrario, estaban sumisas en <<profunda pobreza>> (8: 2)

b) Eran congregaciones de origen gentil, que estaban aprendiendo los rudimentos de la fe, y aún y así, el fruto del Espíritu era patente en ellas.

c) Eran congregaciones que pasaron por <<las grandes tribulaciones con que han sido probadas>> (8: 2), y por todo ello, tenían la gracia de Dios, y abundancia de gozo.

d) Con todo ello, <<con agrado han dado conforme a sus fuerzas, y aun más allá de sus fuerzas>>, esto es, dieron confiando en el Señor. 

La motivación: El amor

El amor por el Señor y por la obra del Señor era lo que les motivaba a dar sacrificialmente: <<pidiéndonos con muchos ruegos que les concediéramos el privilegio de participar en este servicio para los santos>> (8: 4)

Es digno de resaltar el hecho de que esos hermanos, jóvenes en la fe, con ruegos, dice la escritura, le pedían a Pablo y a sus colaboradores que les concedieran <<el privilegio>> de participar en ese servicio a los santos, esto es, el dar económicamente.

Destaquemos esos puntos:

1. Para aquellos cristianos de origen gentil, el dar era un privilegio.

2. El dar, no a cualquiera, o de cualquier forma (para acallar la conciencia), sino el dar a los santos, para suplir sus necesidades naturales.

3. Para ello no dudaban en “pedirlo con muchos ruegos”.

Los macedonios, es decir los filipenses, bereanos, tesalonicenses, a la hora de dar, no estaban esperando recibir a cambio. Para ellos, el dar era todo su privilegio, como está escrito: Más bienaventurado es dar que recibir (Hechos 20: 35)

El privilegio de ser co-partícipes con todos los santos

Esto era así  porque actuaban en base al agradecimiento que tenían por haber sido considerados dignos de recibir la Palabra.

Es decir, que el dar para las necesidades de los santos, era un acto co-participativo con los demás cristianos, era  sinónimo de disfrutar de la comunión de los santos. 

Todo ello les hacía sentirse parte del cuerpo de Cristo; parte de la familia de Dios aquí en la tierra. Para ellos, eso era un privilegio.

¿Lo entendemos así también nosotros, o el dar a la obra de dios constituye algo así como un “impuesto” que no hay más remedio que satisfacer? 

2. El ejemplo a no aprender de los corintios

De forma diferente, parece que lo entendían los Corintios. Parece ser que los corintios no estaban muy volcados a la ayuda a los demás. Según sabemos por las cartas de Pablo, los corintios estaban demasiado volcados hacia sí mismos, y eso les impedía ver la necesidad de los demás.

Por eso, Pablo les anima, por mano de Tito, a llevar a cabo su compromiso de <<esa obra de gracia>> (8: 6), es decir, de su compromiso con dar a las necesidades de los santos, en este caso en la iglesia de Jerusalén, el cual tomaron en su momento. Veamos esto último:

(1 Corintios 16: 1-4) <<En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia. Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas. Y cuando haya llegado, a quienes hubiereis designado por carta, a éstos enviaré para que lleven vuestro donativo a Jerusalén…>>

La iglesia de Jerusalén estaba pasándolo muy mal debido a la hambruna que existía en ese tiempo en la zona.

Por eso, Pablo les anima diciendo que ellos como cristianos abundaban en <<en fe, en palabra, en conocimiento, en toda solicitud y en vuestro amor por nosotros>> (8: 7), pero que no debían descuidar el dar en lo material.

Para ello les pone por ejemplo a los de Macedonia (8: 8), sólo para estimularles a la obra.

El ejemplo supremo que Pablo da es el del mismo Señor Jesucristo: <<Ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre siendo rico, para que vosotros con su pobreza fuerais enriquecidos>> (8: 9) 

Si Dios en la persona de su hijo, nos dio tal ejemplo, cómo no deberíamos nosotros seguir sus pisadas.  

3. Principios en cuanto a dar y recibir

(2 Corintios 8: 10-15) <<En esto doy mi consejo, porque esto os conviene a vosotros, que comenzasteis antes, no sólo a hacerlo, sino también a quererlo, desde el año pasado. Ahora, pues, llevad también a cabo el hacerlo, para que así como estuvisteis prontos a querer, también lo estéis a cumplir conforme a lo que tengáis, porque si primero está la voluntad dispuesta, será aceptado según lo que uno tiene, no según lo que no tiene. No digo esto para que haya para otros holgura y para vosotros escasez, sino para que en este momento, con igualdad, la abundancia vuestra supla la escasez de ellos, para que también la abundancia de ellos supla la necesidad vuestra, para que haya igualdad, como está escrito: «El que recogió mucho no tuvo más y el que poco, no tuvo menos»>>

Esta es la exhortación de Pablo a los corintios, a que fuesen diligentes con sus compromisos. Vemos varias cosas aquí:

1. No debemos ser ligeros a la hora de tomar compromisos.

2. El tiempo del cumplimiento de los compromisos es muy importante.

3. El querer en ese sentido, debe ir parejo con el cumplir.

4. Nuestro compromiso deberá ser según lo que uno tiene, no según lo que no tiene. Eso significa que no debemos comprometernos a dar lo que es imposible que podamos dar, sino conforme a lo que podamos dar, aunque sea poco.

5. El principio es el siguiente: Si damos conforme a nuestras posibilidades para intentar suplir la escasez de los demás santos, también cuando las tornas cambien, podremos ser bendecidos. 

Concluyendo

Confiemos en el Señor. El es el dueño de todo el oro y toda la plata, por lo tanto podemos confiadamente depender de Él a la hora, no sólo de atender a nuestras necesidades, sino a las necesidades de los demás también, sobretodo a las de la familia de la fe, como está escrito: <<Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe>> (Gálatas 6: 10).

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