Otro avance fue el sacar en claro que el amor al dinero es un pecado que nunca va solo. Es, de partida, idolatría, pero además va acompañado de avaricia, orgullo y presunción. Vivimos en una sociedad consumista en la que, si queremos hacer lo que dice el salmista: “aparta mis ojos, que no vean la vanidad” (Sal 119:37a), tenemos que apartar la vista constantemente, tanto que el cuello puede salir perjudicado después de breve paseo por la ciudad.
También comprendí que el amor al dinero ciega al que lo práctica. Aquel que ama a Dios se acerca a su prójimo, pero el que tiene al dinero por dios no ve más que su reflejo. A causa del amor al dinero comerciantes de armas se enriquecen a costa de miles que mueren en enfrentamientos de barrio o en guerras que no tienen otro fin que su lucro; a causa del amor al dinero toneladas de drogas arruinan la vida de millones de personas, desde el que muere de sobredosis en la suite de un hotel, hasta el adolescente que destruye su vida sentado en una berma aspirando pasta base, comenzando un espiral de delincuencia que afectará a toda su familia y barrio. Por amor al dinero, mujeres, hombres y niños ven su existencia degradada por la prostitución y la pornografía. A causa del amor al dinero nuestros diarios se engrosan con noticias que van desde estafas, pasando por casos de corrupción, hasta robos con violencia. A causa del amor al dinero países enteros entran en guerra. Cuando alguien dice “el dinero mueve al mundo” está en lo cierto, pero no debemos olvidar quién es el príncipe de este mundo.
Tal vez lo más valioso que pude ver fue que el amor al dinero anda como “león rugiente”, acechando sin que se le vea, listo para saltar. Por no ir más lejos, hace poco me ofrecieron un trabajo muy bien pagado, que me hubiera significado pasar trabajando diez días fuera de la ciudad, para luego volver y descansar diez días, y así sucesivamente. La oferta era tentadora. Pero después de un tiempo me di cuenta que la aceptación de ese trabajo significaría alejarme de mi familia, dejar de lado dos grupos de oración de los cuales soy responsable y dejar de congregarme de manera regular. Además, me habría hecho partícipe de un proyecto minero que está destruyendo el medio ambiente. De la misma manera, muchas veces por “ganar un poco más de plata”, pensando que “es por el bien de la familia”, los padres se alejan de sus casas. Pero de poco sirve que los hijos asistan a un mejor colegio si no tienen la educación y el ejemplo que sólo les pueden dar sus papás.
¡Tantos males a causa del amor al dinero! ¡Vidas perdidas o dañadas, familias separadas, perjuicios irreparables a nuestro planeta! Cuando la solución, tan poderosa como para evitar todos estos males, es tan sencilla:
Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. (Mateo 6:25-26, 31-33)